martes, 29 de mayo de 2007

Quema pública de libros en EEUU

Ultimo Momento
15:38 EE.UU.: organizó una quema pública de libros para protestar por la "declinación de la palabra escrita"

Tom Wayne instaló hace diez años la librería de usados "Prospero's Books" en Kansas City, en el estado de Missouri, Estados Unidos. Como los volúmenes se le fueron acumulando, ahora trató de reducir su colección y para eso quiso donar ejemplares a bibliotecas o tiendas de baratijas. Pero no pudo hacerlo, porque estos lugares le dijeron que ya no tenían más espacio.

Ese fue el detonante. Indignado, Wayne realizó ayer una quema de sus libros en la calle, como forma de protesta contra lo que él considera una "declinación del apoyo público a la palabra escrita". "Esta es la pira funeral para el pensamiento en los Estados Unidos de hoy", dijo Wayne a las personas que se reunieron fuera de su librería mientras él quemaba los primeros libros.

La pira duró 50 minutos, lo que tardaron los bomberos en llegar y apagar las llamas, porque Wayne no tenía permiso para una quema de ese tipo. El librero dijo que conseguirá el permiso para la próxima vez, y que organizará fogatas mensuales hasta que los 20.000 libros que componen sus reservas hayan desaparecido.

Hoy el librero publicó una carta abierta en
su página en MySpace, en la que dice: "Creemos que la literatura no ha muerto. Creemos que todavía hay allí mucho de la condición humana que nuestro tiempo sigue necesitando que alguien diga". Y propone dos formas de solidarizarse con su lucha: la primera es reenviando la historia por mail y reproduciéndola en blogs y otros medios.

La segunda es, directamente, comprar los volúmenes, que Wayne ofrece por un dólar más gastos de envío. "Tú puedes salvar estos libros de las llamas", dice. Y aclara que el dinero no es para obtener ganancias sino para publicar nuevas obras.


(http://www.clarin.com/diario/2007/05/28/um/m-01427589.htm)

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Creemos que los hombres han muerto”, dicen los libros.

“Además de no leernos, ni siquiera tienen lugar para alojarnos. Y sin ellos no tiene sentido permanecer, de manera que sólo nos queda una honrosa despedida”, dijeron al borde del llanto.

Entonces, de cada casa, biblioteca e institución comenzaron a salir.

Primero de a uno, después de a muchos.

Era extraño ver una procesión de libros, algunos volando (los nuevos), otros caminando dificultosamente apoyándose en muletas (los viejos).

Pero así fueron llegando hasta la plaza principal del pueblo para amontonarse uno arriba del otro, pidiendo disculpas por el hacinamiento.

“Cuando nuestra aventura comenzó, primero con los chinos y los egipcios, luego con los monjes y Gutenberg, nunca supusimos que podría pasar esto”, dijeron los más memoriosos de entre ellos.

“Éramos la luz del tiempo, nos miraban con orgullo, nos acariciaban el lomo, nos hacían reverencias”, recordaban con nostalgia.

“Vamos a pedirle a Tom Wayne que nos ayude y así acorte nuestra agonía: vamos a quemarnos aquí en la plaza, delante de todos”, dijo un incunable.

Y es lo que hicieron.

Es que hay una fuerte declinación del apoyo público a las palabras.

Pero sólo a las palabras que tienen algún valor, ésas que te dejan el alma con una inexplicable tibieza.

La pira duró 50 minutos, lo que tardaron los bomberos en llegar y apagar las llamas, porque Wayne no tenía permiso para una quema de ese tipo.

Sólo estaba autorizado a quemar facturas de teléfono, neumáticos y muebles viejos.

Orwell y Bradbury se hicieron presentes con una corona de poesías.

Y también con un error: ambos vaticinaron la Quemazón y Apocalipsis de los libros, pero nunca supusieron que no harían falta brigadas de anti-bomberos ni terrorismo de estado para lograrlo.

Los libros se quemaron solos.




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