lunes, 16 de julio de 2007

La vida en una escuela de la Puna

Sociedad
LA VIDA EN UNA ESCUELA DE LA PUNA : A LAS ESCUELAS ALBERGUE DE CATAMARCA VAN MIL ALUMNOS
La aventura de enseñar y aprender en medio de la alta montaña

En la Puna, el frío del invierno se siente en los huesos. Y las distancias se tornan infinitas para unos mil chicos que, en medio de la alta montaña, emprenden una verdadera aventura: la de aprender. Aguas Calientes está ubicado a más de 3.780 metros sobre el nivel del mar. Recibe ese nombre por el afloramiento de aguas termales, y en sus cerros hay importantes reservas mineras. Queda a 70 kilómetros de Laguna Blanca, una reserva natural de la Unesco.

En invierno, las temperaturas alcanzan los -18°. El paisaje es imponente y la geografía, difícil. Las camionetas llegan sólo a las cabeceras de distritos. Hasta allí, el viaje es cómodo, pero para llegar a los puestos se deben recorrer caminos de montaña que cruzan cerros, quebradas y arroyos. Ir de un poblado a otro puede demandar cinco horas, caminando o a lomo de burro o mula, acompañado por un baqueano.

La jornada escolar comienza entre las 9 y las 9.30, y se extiende hasta las 17. Se inicia izando la bandera en el patio, y después los chicos entran para desayunar. Luego viene la clase y, al mediodía, el almuerzo y el recreo. Más tarde repasan la tarea meriendan. Algunos vuelven a sus casas, y los que hacen noche en la escuela comparten el tiempo hasta que llega la hora de la cena.

Estas familias —los Casimiro, los Suárez, los Gutiérrez, los Condorí— tienen de 7 a 15 hijos. Son puesteros que viven del trueque: entregan ovejas y lana y cuero de vicuña, llama y guanaco a cambio de harina, azúcar y yerba. Desarrollan una economía muy simple y sacrificada. Los hombres se dedican al campo; las mujeres y los chicos, al hogar. También realizan algunos tejidos artesanales que les vienen desde sus ancestros. Y viven en casas-ranchos, rústicas construcciones bajas de piedra, barro y paja.

Silvia Cabrera (45) es docente en la escuela N° 450 de Laguna Blanca. Y dice que "estas familias tienen muchas necesidades, desde el vestido a la alimentación, y de la energía al agua potable. Requieren de la asistencia solidaria de todos". "En la Puna, el invierno se siente en serio, por eso es tan importante aprovisionarnos de leña. Y en verano, las tormentas y crecidas de los ríos nos dejan aislados por varios días", agrega Tomassi. Salir a campo abierto a recoger la leña para calefaccionarse y cocinar es una tarea que les toca a los chicos, y que le resta tiempo al estudio.

(http://www.clarin.com/diario/2007/07/16/sociedad/s-01458072.htm)

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La UNESCO ha montado una escuela de sobrevivientes a la catástrofe climática en Aguas Calientes, Catamarca, Argentina.

Allí viven los Casimiro, los Suárez, los Gutiérrez y los Condorí, acerca de los cuáles es fácil adivinar la procedencia del apellido: en realidad ese paraje, a 3780 metros sobre el nivel del mar, alberga a muchos cóndores con apariencia humana.

Y su modo de vida no será muy original, pero funciona con mucho éxito desde remotos tiempos de la historia humana: son puesteros que viven del trueque, la revolucionaria novedad del siglo XXII que ahora está ensayando la UNESCO.

“Mejor que nos ignoren, mejor que crean que es tan penoso vivir aquí y nos tengan un poco de lástima”, dice Juan Condorí, preocupado por la posibilidad de que alguna empresa minera se ponga a hacer una autopsia de la tierra y ponga todo patas para arriba.

Hace poco fueron unos exploradores de Turismo Aventura SA considerando la posibilidad de montar unas cabañas 5 estrellas con apoyo de helicópteros y para hacer travesías en la montaña.

Algo espectacular: los arrojados turistas pagarían a precio de oro para hacer lo mismo que hacen los pobladores todos los días pero gratis y con la alegría de llevar a casa algo para comer y un hato de leña para calentarse.

Entonces, Antonio Casimiro reunió a los vecinos en su casa con la intención de boicotear el proyecto: les pusieron trampas, les contaron que allí la existencia cotidiana es imposible, fabricaron crecientes inoportunas y contaron con la ayuda de un escuadrón de cóndores que hizo vuelos rasantes sobre los adelantados de Turismo Aventura SA rebanándoles las orejas a dos de ellos.

Fue concluyente: huyeron despavoridos en dos 4 x 4 sin mirar para atrás.

Después aparecieron las empresas mineras y repitieron el mismo procedimiento, con todo éxito.

Acerca de los maestros rurales opinan con cariño y algo de indulgencia.

“Son buena gente y los queremos mucho”, dice Romualdo Suárez.

“Y con ellos también hacemos un trueque: les enseñan a nuestros hijos cosas interesantes aunque mayoritariamente inútiles. Y nosotros les enseñamos a sobrevivir: ninguno de ellos sabía sembrar ni cuidar animales ni cortar leña ni andar por la montaña ni ayudarse ni compartir la vida con otros. Ahora están aprendiendo y creemos que en poco tiempo, la educación que están recibiendo les va a servir de mucho”, agrega don Matías Gutiérrez mirando a las montañas, como siempre.

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