sábado, 14 de julio de 2007

Condenan por fraude a un ex-magnate

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16:33 Condenan por fraude a un ex magnate periodístico en Estados Unidos

Se trata de Conrad Black, a quien acusan de desviar unos 60 millones de dólares mediante un montaje financiero durante la venta de la firma Hollinger International. El empresario, comparado con "El Ciudadano Kane" de Orson Welles, llegó a manejar un holding donde figuraban importantes diarios estadounidenses, canadienses y británicos.

Black, de 62 años y miembro de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña, estaba acusado junto a tres socios de haber desviado un total de 60 millones de dólares mediante un montaje financiero fraudulento, en el marco de la venta de los activos de la empresa Hollinger International al grupo de prensa canadiense Canwest en 2000.

El juicio había comenzado en marzo. Durante su transcurso, los miembros del jurado oyeron al ex brazo derecho del acusado, David Radler, quien se declaró culpable y aceptó participar como testigo de cargo en el proceso a cambio de una pena limitada a dos años y tres meses de prisión.

Allí, Radler acusó a su ex jefe de ser el responsable directo del desvío de los cuantiosos fondos de las arcas de Hollinger International en provecho de ciertos dirigentes de la empresa. Según explicó, usó una estratagema que les permitió embolsar abultadas sumas de dinero en gastos indebidamente atribuidos a la venta de activos de Hollinger a Canwest.

(http://www.clarin.com/diario/2007/07/13/um/m-01456728.htm)

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“No sé de qué se sorprenden”, dice el extrañado Conrado Black, que trabajó como un negro para ser un magnate.

Una simple práctica común en el mundo de las finanzas, sólo que “ahora estoy en decadencia, caí en desgracia y alguien necesita acomodar la realidad para escribir un guión y hacer una película”, agrega Black.

Black había estudiado para magnate y lo logró, sólo que tuvo la desgracia de no ser zurdo y elegir un brazo derecho que lo traicionó, un tal David Radler.

Éste sí que es un ciudadano ejemplar: atormentado por su mala conciencia denunció a su jefe, el mismo que le daba de comer, a cambio de una pena limitada a dos años y tres meses de prisión.

Siempre lo odié”, dice Radler, “años y años a su sombra, alguna vez tenía que desquitarme. Mi psicoanalista me insistió para que lo hiciera porque tenía que superar mi conflicto con la figura paterna”.

“No es nada, pequeño David”, dice Black, “siempre serás un inútil, ni siquiera sirves para robar, tendrás que encontrarte otro padre, eso es todo”.

Ahora, la Cámara de los Lores no sabe qué hacer con Black, que les resultó un chasco.

“Es un idiota”, dice el representante de los Lores, “se dejó atrapar como un principiante. Siempre elegimos gente que sabe manejarse bien, sin ensuciar a la Cámara, pero hemos aprendido que un magnate en decadencia es peligroso, simplemente hay que echarlo cuando deja de ser exitoso”, dice muy enojado Lord Kane.

“Me tiene feliz el saber que ahora soy un ejemplo para mis hijos, de manera que voy a poder dormir tranquilo en la cárcel”, se consuela Radler.

¿Quién donará preservativos a los hombres africanos, ahora?, se preocupa el secretario de la Fundación Negro ante la caída de su ex magnate preferido.

Ahora el ex magnate, ex influyente, ex riquísimo, ex lord, ex maravilloso y ex adorable Conrad Black tendrá unos 35 años de mucha paz para escribir sus memorias.

Y su abogado ya registró el libro que nadie escribió.

Interrogado acerca de la razón de las inútiles maniobras financieras, Black dijo que era una cuestión profesional: “Me debo a mi profesión y necesito ejercerla continuamente: así llegué al éxito y no puedo evitarlo, es más fuerte que yo”, dice.

Su psicoanalista también estará muy ocupado, ya que junto con su colega (el que atiende a Radler) gestionan visitas periódicas al penal para seguir atendiendo a sus pacientes.

“Los dos creemos que nuestros pacientes se están curando”, dicen entusiasmados, “necesitamos un tiempo más y ya van a ver que buenos que los sacamos a los dos”.

Así vamos mejorando a la especie y todo va a ser maravilloso cuando los psicoanalistas terminen con su trabajo.

Son tan eficientes que lograron que nevara en Buenos Aires, fíjese.

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