domingo, 24 de junio de 2007

Final en el fútbol de ascenso


Ultimo Momento
17:35 Huracán le ganó la Promoción a Godoy Cruz y volvió a Primera

Lo derrotó por 3-2 en Mendoza (la ida había sido 2-0 en Parque Patricios) con goles de Sánchez Prette, Milano y Gordillo (Miranda y Arzuaga anotaron los tantos del local). El equipo de Antonio Mohamed regresa a la máxima categoría del fútbol argentino tras cuatro años. Los mendocinos descendieron a la B Nacional.

Eso lo sabía el autor del gol, que podrá ser tapa de los diarios con su festejo, vistiendo una máscara del hombre araña con un globo en su nuca. Pero eso también lo sabía el Turco, que gritó con lágrimas en sus ojos el tanto de la tranquilidad.

Pasaron sólo ocho días desde la polémica final ante San Martín de San Juan. Poco más de una semana más tarde de una de las tristezas más grandes de la historia del club, con polémica y mucha impotencia, Huracán conseguía lo que más deseó en mucho tiempo. Por esa final, el ascenso tenía un sabor diferente. Más allá de que estos jugadores hayan conseguido algo que muchos no pudieron hacer en varios intentos, el sufrimiento y la bronca del día de la polémica, aumentaban la alegría de una tarde que nadie podrá olvidar.

Pero más especial todavia lo era para Mohamed, tras el duro golpe que recibió hace un año, con la muerte de su hijo durante el Mundial, en Alemania.

(http://www.clarin.com/diario/2007/06/24/um/m-01444526.htm)

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Fue muy conmovedor, más allá del fútbol y la fiesta.

Cinco minutos antes que terminara el partido con el resultado decidido a favor de Huracán, se le llenaron los ojos de lágrimas a su técnico, el Turco Mohamed.

Parecía esa emoción de los que logran un éxito deportivo importante: algunas lágrimas que dejan paso rápidamente a las risas y alegrías del festejo.

Pero no es lo que ocurrió. De golpe, Mohamed empezó a llorar desconsoladamente y sin ningún freno.

Cuando terminó el partido todos sus jugadores fueron a abrazarse con él, pero el Turco no celebraba: se arrojaba en cuanto abrazo podía para seguir llorando a lágrima suelta.

Los destinatarios del lloroso abrazo primero se sorprendían, pero luego entendían y se asociaban a esa extraña expresión de máxima congoja en un momento tan feliz.

Creo que todos entendimos, los que estaban en el estadio y los que mirábamos por televisión: Antonio Mohamed estaba llorando a su hijo, estúpidamente muerto en un accidente de tránsito en Alemania hace un año, durante el mundial de fútbol.

A los veinte minutos seguía llorando igual, y nadie sabía qué hacer ni adónde meterse.

Y cuando lo reportearon lo dijo, aunque ya fuera muy evidente: “Me acuerdo de mi hijo y me siento muy vacío”, decía el Turco hipando de tanto llanto.

Fue tan conmovedor que todos nos olvidamos del partido y del ascenso, hasta los periodistas que deambulaban con el micrófono como alma en pena, buscando desesperadamente a alguien que quisiera festejar.

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