martes, 12 de junio de 2007

Sacó dinero del trabajo y lo jugó en el casino

Ultimo Momento
16:15 Tomó 35 mil pesos de su trabajo, se los gastó en el casino y luego se entregó

El autor de la maniobra es un empleado de la Cámara de Comercio de Santa Rosa, La Pampa. Tenía que depositar el dinero en el banco, pero a mitad de camino decidió jugárselos en el casino local. Luego se presentó ante la Policía porque no aguantó la culpa. Está en libertad, pero con una causa por hurto.

Un empleado de la Cámara de Comercio de Santa Rosa se presentó ante la Justicia, donde dijo estar arrepentido y confesó que se gastó en el casino 35 mil pesos que pertenecían a la entidad.

Se trata de un empleado con 29 años de antigüedad en la Cámara de Comercio, Industria y Producción de La Pampa, quien se presentó en un juzgado de Santa Rosa para denunciar que hace unos días robó a la entidad 35 mil pesos.

El empleado señaló que decidió entregarse porque "no aguantaba más la situación que estaba atravesando".

Ante la policía el hombre dijo que el 1º de junio pasado salió de la Cámara para depositar el dinero en un banco, pero a mitad de camino tomó la decisión de irse a su casa.

Luego, según el relato, se fue al casino y gastó todo. Tras la denuncia, el empleado quedó en libertad pero a disposición del Juzgado de Instrucción 1, a cargo del juez Gustavo Jensen.

(http://www.clarin.com/diario/2007/06/11/um/m-01436383.htm)

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De golpe tuve una necesidad imperiosa de ir al baño y me fui a mi casa.

Y allí, sentado, la idea se fue apoderando de mí: primero como una broma, después como un impulso irrefrenable.

Entonces me bañé, me puse el mejor traje y la mejor corbata, me lustré los zapatos de salir, agarré la cartera donde tenía el dinero y salí.

Muchas veces había hecho preparativos así, como jugando, pero al final hacía lo previsto: iba al banco y depositaba el dinero.

Pero esta vez algo raro pasó.

La idea que me torturaba secretamente desde hacia 29 años, cuando empecé a trabajar en la Cámara de Comercio, se puso en acción sola, sin que yo decidiera expresamente hacerlo.

Entonces una fuerza poderosa torció el volante del auto y éste se dirigió al Casino como si fuera fácil, como si lo hiciera todos los días.

Jugué todo, perdí todo, disfruté todo.

Por unas horas fui un magnate petrolero, el dueño de la Ford, el más rico de los ganaderos que pasa todos los días por mi oficina contando el último auto que compró, el último viaje maravilloso que hizo.

Pero después, cuando salí, y traté de hacer como si no hubiera pasado nada, fue insoportable.

Fui a la oficina mordiéndome la lengua para no contar a los gritos lo que acababa de vivir, tomé un café con mis amigos dejando que el fútbol, las mujeres y la política tomaran su lugar natural en las conversaciones.

Y pasó lo que tenía que pasar: no pude soportar la culpa y me entregué.

Como si hubiera asesinado a alguien, como si hubiera desilusionado para siempre a mi estirpe y mancillado el honor de mi familia por cuarenta generaciones.

Como si fuera el precio del salario de mis compañeros o una alta traición a la patria o a la confianza de mis empleadores.

Como si en medio de la fría circulación del dinero, miserables papelitos de color, yo no tuviera derecho a un loco momento de dicha.

No sé, pero no pude soportarlo y me entregué a la policía.

Lo peor es que me dejaron en libertad y camino por las calles de Santa Rosa y todos me señalan con el dedo.

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