viernes, 22 de junio de 2007

Un lago chileno desapareció del mapa

Sociedad
MEDIO AMBIENTE : PESE A LA RAREZA, SE TRATARIA DE UN FENOMENO RELATIVAMENTE FRECUENTE
Un lago chileno desapareció del mapa

Según una de las hipótesis, sus barreras naturales se vencieron y el agua se fue al mar.

Un buen día, un pequeño lago de la Patagonia chilena apareció vacío. En la cuenca de unos 30 metros de profundidad, que tenía un espejo de agua de 2 kilómetros cuadrados, no había ni una gota. El hecho causó tanta sorpresa, que se difundió por todo el mundo. Sin embargo, los expertos afirman que se trata de un fenómeno relativamente frecuente en la zona.

"El lago desaparecido no existía hace treinta años", contó el glaciólogo Andrés Rivera, del Centro de Estudios Científicos de Valdivia. Era un lago de origen glaciar, formado quizás a causa de calentamiento global. "En la Patagonia, la mayor parte de los glaciares está retrocediendo —explicó Rivera—. Se están adelgazando y es natural que en sus márgenes se formen lagunas".

A fines de abril, personal de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) lo vio como siempre; en él desembocaba un caudaloso río, de unos 40 metros de ancho. El 27 de mayo, una patrulla de la Conaf volvió al lugar y se encontró con una enorme cavidad, cuyas paredes presentaban grietas. Entre ellas yacían los bloques de hielo. El río era apenas un arroyo que podía vadearse a pie.

"Este proceso no es algo inusual —advirtió Rivera—. Como es una zona muy dinámica, donde estos lagos se pueden formar y eventualmente evacuar por la dinámica del hielo, no debería llamarnos tanto la atención".

(http://www.clarin.com/diario/2007/06/22/sociedad/s-03215.htm)

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La verdad es que es algo enteramente común, usual, y no debería llamar la atención de nadie.

Por ejemplo: uno anda caminando por la calle en el centro de Buenos Aires y ya no encuentra al obelisco.

“No es nada”, dicen los técnicos. “Es muy común que, de golpe, la materia que lo constituye decida explorar sus orígenes: partirse en unidades pequeñas, andar por las calles y volver a la cantera de dónde proviene. ¿O ustedes nunca lo vieron?” se enojan, asombrados por la ignorancia de sus oyentes.

Sí: es cosa de todos los días ir a visitar un lago y notar su desaparición, algo que no debería llamar la atención de nadie.

Con la misma mecánica desaparecen barrios enteros, personas y hasta ciudades.

Es más: el planeta Tierra entero puede desaparecer.

“No es nada llamativo”, dicen los geólogos consultados. Es parte de la renovación del Universo, donde las cosas se mueven y cambian constantemente.
“Por ejemplo: la Tierra podría caerse en un agujero negro sin avisar, mientras estamos desayunando y nadie se enteraría”, agregan los científicos para tranquilizarnos.

Refiriéndose al extraño caso del lago fantasma hay un buen dato para considerar y que podría ser de gran importancia: no tenía nombre, o lo olvidaron, o se perdió junto con el lago.

También esa regla se cumple en el caso del obelisco, que carece de nombre (Chucho, Caramelito, Obsesión Freudiana, San Martín o lo que sea), de manera que si ya no lo ven, no se quejen: fueron debidamente advertidos.

Por suerte, el glaciólogo-escritor Andrés Rivera encontró un buen argumento para su última novela: “Es la historia de un lago que se formó hace 30 años por el descongelamiento de un glaciar debido al calentamiento global. Finalmente el agua se fue y el ciclo se cerró. Me parece una historia apasionante”, remata Rivera.

Ahora está claro: no era un verdadero lago, sino un espejismo creado por la desaparición de un glaciar. Y todo porque, en el apuro, no habían tenido la precaución de bautizarlo.

Por favor: ¡pongan nombre a todo lo que no quieran que se pierda!

Aunque sea mentira, aunque se arrepientan, aunque terminen escribiendo una novela.

1 comentario:

LILIANA GIMENEZ dijo...

Un lago ¿Desaparecido? Hombres ¿Desaparecidos?
Esta categoría "desaparecidos" me provoca un escozor insoportable.
Categoría que, inscribiéndose en un estilo fatalista, establece un perverso y nada ingenuo doble juego: des-responsabilizarse y responsabilizar al "destino" de lo que ocurre.
Categoría en la que, en esa escenificación de lo imprevisto, en la que por un artilugio del destino, desaparece algo o alguien.
El fatalismo es el gran pase de salida. "Yo no tengo nada que ver". Fue el destino, Dios o mi tía Juanita.
Dejémonos de mentiras. Hagámonos responsables alguna vez de algo.
Escuchémonos. La palabra "responsabilidad" la enunciamos como envuelta en un matiz de sordidez, como si dijéramos culpable.
No nos confundamos más. La culpa es un resorte tortuoso que sólo busca castigar. La responsabilidad es un valor que nos ennoblece y otorga felicidad.
Es muy bello ser responsable.
¿No será que no conviene?
Liliana Giménez