miércoles, 22 de agosto de 2007

Un misionero muere atropellado en Formosa

Ultimo Momento
15:55 Formosa: tras resultar herido en un accidente, murió atropellado por un patrullero que llegaba para asistirlo

Ocurrió en la ruta 81. Un sacerdote africano, que cumplía misiones religiosas en esa provincia, sufrió heridas al atropellar con su camioneta un caballo que se le atravesó en el camino. Una monja que lo acompañaba llamó a la Policía para pedir ayuda, pero el móvil policial que se acercó para asistirlo termino embistiendo su vehículo.

Kanyaru Joseph Kinyua, de 34 años, conducía una camioneta 4x4, cuando imprevistamente embistió un caballo que se le cruzó en la ruta. El choque provocó que el vehículo quedara en el medio de la ruta, en momentos en que la zona estaba muy oscura y había una niebla muy espesa.

Según fuentes policiales, el accidente se produjo en la ruta 81, a la altura de Almirante Brown, 270 kilómetros al oeste de esta capital provincial. Como consecuencia del impacto, el religioso sufrió heridas leves y una monja que lo acompañaba en la camioneta llamó a la Policía de la zona.

Luego, dos policías de la comisaría de Pozo del Tigre se trasladaron hasta el lugar en un automóvil particular, pero al llegar chocaron contra el vehículo del religioso porque "no tenía luces ni otro elemento de advertencia encendido", según explicaron las fuentes.

El sacerdote, que estaba recostado herido al borde del camino fue golpeado por el automóvil y murió, mientras que los policías sufrieron lesiones leves, pero quedaron fuera de peligro. Los restos del religioso fueron velados en la Iglesia de Pozo del Tigre y luego en la localidad de Estanislao del Campo. Posteriomente, serán trasladados a la Capital Federal y enviados a Kenia.

(http://www.clarin.com/diario/2007/08/21/um/m-01482650.htm)

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No hay forma de que entiendan que no queremos misioneros.

Primero cruzamos un caballo en la ruta para que se lo lleven puesto.

No fue suficiente: quedaron lastimados pero sobradamente vivos como para pedir ayuda.

Y entonces enviamos una movilidad manejada por el policía chofer más tarado de toda la provincia, el mismo que ya tiene catorce personas e innumerables animales embestidos en su haber y, por lo tanto, un sobrenombre inevitable: “El Atropellador”.

Y bueno, cuando salió manejando con su habitual entusiasmo arrollador, ya sabíamos lo que iba a pasar: en lugar de ayudar al misionero terminó matándolo luego de embestir a la 4x4.

Lo de la niebla y la falta de luces es cierto, pero el Atropellador tiene un raro instinto que lo precipita contra las cosas. Como esos mosquitos que pegan contra los focos, inevitablemente atraídos por la luz, este chofer pega contra las cosas que debe evitar como si estuviera imantado por ellas y no pudiera evitar una especial fuerza de gravedad que parece unirlo catastróficamente a las cosas.

De manera que el final era inevitable y, como siempre y hasta ahora, el Atropellador salió vivo.

En realidad no teníamos nada contra esa persona con buenas intenciones que nos mandó otro dios: el sacerdote Kanyaru Joseph Kinyua era un buen tipo.

Pero repito: no queremos más misiones ni más misioneros.

Hace quinientos años que la historia se repite inexorablemente: primero los militares, después los misioneros y, por último, los empresarios que nos cambian la geografía y nos arruinan la tierra.

Además, no soportamos la hipocresía de que nos manden un africano en lugar de un europeo o un norteamericano, como debería ser.

Es probable que, simplemente, estén flojos de stock y no sea una maniobra sutil, pero sea como sea, estamos hartos.

También a nosotros nos toca cargar con nuestra propia religión, como para tener que padecer otra.

Y juro que no nos sobran caballos que, además, es uno de los nuestros y aceptó sacrificarse. Y, como para que vean hasta donde nos ignoran, fíjense que no hay noticias sobre nuestro pobre caballo: a nadie de los que informa le importa lo que pasó con él.

Pero a nosotros sí: tendrá su ceremonia como corresponde a todo mártir de la Tierra.

Y que así sea.

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