sábado, 13 de octubre de 2007

Polémica sucesión multimillonaria en La Pampa

Ultimo Momento
La muerte de un heredero le suma otro capítulo a una polémica sucesión multimillonaria en La Pampa
16:30
A mediados de 2006 se comprobó que el cadáver de un hacendado muerto en 1983 había desaparecido. Una mujer, hija de su criada, pidió un examen de ADN porque sospechaba que era su padre. Ahora, en medio del proceso judicial, murió el sobrino del hacendado que había heredado 30 millones de dólares.

Un hombre que estaba envuelto en una lucha judicial en La Pampa por una herencia multimillonaria, murió ayer en Hospital Alemán de la Capital Federal, lo que agrega un nuevo elemento a una complicada historia que incluye tumbas profanadas, cadáveres cambiados, secretos de pueblo y el reclamo de una jubilada que dice tener derecho a la herencia por ser hija legítima de un hombre muerto en 1983 y cuyo cadáver desapareció. Rufino Otero era multimillonario. No habrá previsto las consecuencias de no dejar descendientes oficiales al morir. En 1983, tenía una fortuna valuada en 30.000.000 de dólares. Todos esos bienes fueron a parar a su esposa, Elisa Arenaz. La mujer murió, pero un año antes, en 1990, dejó toda la fortuna en manos de un sobrino, Darío Hernán Sarasola (58).

Sarasola murió ayer en Capital, tras haber saltado a la fama al quedar en medio de las acusaciones de una mujer que busca demostrar que ella es hija legítima de Rufino. Fue Sarasola quien recibió la herencia multimillonaria de parte del hacendado. La demandante, Eva Paole, una jubilada humilde de 69 años que vive en General Acha, en 1999 presentó una demanda de filiación y un pedido para hacer un cotejo de ADN. El 29 de setiembre de ese año, la Justicia ordenó abrir la tumba de Otero para tomar las muestras para el exámen. Allí estallaba parte de la sorpresa. Cuando fueron a abrir la tumba de Don Rufino, se descubrió que el panteón había sido profanado y que el cuerpo que estaba allí no era el suyo.

La causa por la sucesión se empantanó. Empezó una batalla legal y sólo se logró que en 2006 se hiciera un cotejo del ADN del cuerpo hallado con el de los padres de Otero. El resultado fue negativo. Tampoco pudo saberse la verdadera filiación de Eva Paole. El caso estuvo parado hasta que un informante contó que el cuerpo que ocupaba la tumba de Otero pertenecía en realidad a Alberto Salvini, un hombre que murió en la calle, en 1989. El informante también dijo que uno de los encargados de hacer los cambios habría sido un pintor y que toda esta información había sido entregada a la Policía en 2004. Según ese reporte, el cuerpo de Otero habría sido sacado de su tumba con participación de Darío Sarasola, el heredero. También, que el cadáver habría sido cremado en Morón. Enrique Salvini -hijo de Alberto- pidió a la Justicia que abriera la tumba de su padre, ubicada en el cementerio del pueblo de Toay.

El pintor que le habría confesado al informante su participación en el cambio de cadáveres, murió en un extraño accidente en 2004. El 29 de setiembre de 1991 un juez comprobó que el cajón de Rufino Otero había sido abierto. Eva Paole logró que una jueza ordenara realizar pruebas de ADN, y el 22 de mayo de 2006 se extrajo material genético de los cuerpos de Ramón Otero y Justina Portas, los padres de Rufino Otero que seguían en el panteón. Sarasola murió ayer llevándose parte del secreto a la tumba, pero la novela no terminó: el destino de los restos del hacendado que amasó la fortuna es uno de los enigmas a resolver.

(http://www.clarin.com/diario/2007/10/11/um/m-01517353.htm)

//////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////


Al cuerpo de Don Rufino no pudieron encontrarlo por una sencilla razón: nunca se murió.

Fue él quién tramó esta fantástica historia que merece competir con las mejores novelas de nuestro realismo mágico latinoamericano.

Como tenía una única descendiente genética fruto de una relación clandestina (Eva Paole, su hija no reconocida), una esposa oficial estéril (Elisa Arenaz) y un candidato a heredarlo que no soportaba pero era la debilidad de su esposa oficial (Darío Sarasola), delineó una trama producto del aburrimiento y las ganas de saber como se moverían los personajes cuando quedaran en el centro de la escena.

Había un problema: necesariamente él tendría que morirse para disfrutar de la puesta en escena.

Y lo hizo, contando con la complicidad de Saturnino, su amigo de la infancia que después oficiaría de “denunciante anónimo”. Entonces, al tiempo que Rufino se escapaba de General Acha, Saturnino denunciaba la supuesta muerte de su amigo mostrando el cadáver de un mendigo que había conseguido por unos pesos. De manera que el indigente tuvo un funeral fastuoso digno de multi-millonario: en un solo día la vida invirtió en él más de lo que había hecho desde su nacimiento.

También sabía que la salud de Elisa Arenaz, su esposa legal y heredera forzosa, era precaria. Pero como duraba más de lo debido, tuvo ayuda para que se fuera rápido. (Hubo más de uno colaborando con la divertida conjura de Don Rufino).

Entonces el escenario quedó despejado para la millonaria disputa entre el sobrino político rechazado y la olvidada hija clandestina.

En la familia de Eva Paole –una humilde jubilada de 69 años- la relación era un vago rumor ya olvidado, pero un empleado de Saturnino se encargó de actualizarlo, dándole a Eva datos concretos acerca de su origen y contratándole un abogado que nadie sabía quién pagaba.

En la mañana del 2 de agosto de 1999, Eva Paole apareció en un juzgado, se paró frente a un juez y le dijo lo que todo el pueblo decía, por lo bajo, desde sus primeros años: que era la hija no reconocida de Rufino Otero.

Su madre, Josefa, había sido empleada doméstica en lo de los Otero. Eva Paole inmediatamente pidió un análisis de ADN para probar que era hija extramatrimonial y sucedió lo que Don Rufino y su amigo Saturnino estaban esperando: Sarasola hizo profanar la tumba, sacar el cuerpo del mendigo creyendo que era el de Rufino Otero y, en su lugar, ¡dejar el de una mujer!

Después, misteriosamente, apareció muerto el pintor que había participado de la profanación.

Hace dos días, misteriosamente, Darío Sarasola murió en el Hospital Alemán.

Hoy Eva tiene 69 años, el sobrenombre de "Chacha", una casita, una pensión de unos 500 pesos, algunos perros y nada más.

Vive esperando el resultado de un análisis genético por realizarse a sus posibles abuelos, siempre que custodien sus tumbas con una brigada entera del ejército.

Al momento de exilarse de la realidad, Otero tenía 26 campos con un total de 50.037 hectáreas, 15 inmuebles, miles de vacunos, un departamento en la zona de Barrio Norte en la ciudad de Buenos Aires y dos aviones.

Puede que Eva empiece a tener muchos amigos nuevos.

Don Rufino y Saturnino no paran de reírse en su santuario de las Islas Caimán.

La vida de Eva es una larga espera.

Y las tumbas de La Pampa andan con mucho miedo.

No hay comentarios.: