martes, 4 de septiembre de 2007

Los porteños esperan a la tormenta de Santa Rosa

Ultimo Momento
20:50 A la espera de la tormenta de Santa Rosa, los porteños disfrutaron de un anticipo de la primavera

La temperatura máxima trepó a 28,6 grados. Según el Servicio Meteorológico, las lluvias podrían llegar esta noche, lo que traerá un "abrupto" descenso de los registros. Para mañana, se prevé una mínima de 11 grados y una máxima de 15.

Dejando atrás varias olas polares, los porteños disfrutaron del calor en la Ciudad, donde la temperatura trepó casi a los 29 grados, con lo que comenzó un nuevo ciclo climático que dejará atrás los fríos que se sucedieron durante el invierno.

Según informó el Servicio Meteorológico Nacional, a las 14.35 se registró un pico de 28,6 grados y después comenzó a bajar, hasta caer a los 22, cerca de las 19. Pero, a no entusiasmarse, las cálidas temperaturas no han llegado para quedarse.

Jorge Leguizamón, difusor de turno del organismo advirtió que "este calorcito se acaba hoy mismo. Con la tormenta que se viene esta noche bajará abruptamente la temperatura". Para mañana se prevé una mínima de 11 y una máxima de 15.

En tanto, el jueves las condiciones mejorarán con una temperatura mínima que rondará los 11 grados y la máxima estimada en 19, aunque el cielo estará nublado. Para el viernes la mínima será de 12 grados y la máxima de 22 con cielo parcialmente nublado, y vientos leves del sector este.

(http://www.clarin.com/diario/2007/09/04/um/m-01492143.htm)

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El frío, el viento y la lluvia tienen mala prensa y pésima fama.

Tanto que la conductora del noticiero de televisión escucha al meteorólogo cada mañana con mirada inquisidora.

La maniobra es efectiva porque el anunciador del clima lee el pronóstico con culpa, en el caso de tener que anunciar alguno de los eventos temidos.

Y para hoy se anuncia un grado bajo cero”, dice escondiéndose y mirando avergonzado hacia abajo, como si fuera el culpable de que haga frío o al cielo se le ocurra la impertinencia de llover.

“¿Cómo me dice eso, Rodríguez, no ve que la gente no quiere ni lluvia ni frío?”, increpa duramente la conductora televisiva.

“Y…les prometo que voy a hacer lo que pueda”, contesta el atemorizado Rodríguez que ya se siente despedido. “Ahora en la pausa hablo con el director del Servicio Meteorológico Nacional a ver si las cosas cambiaron”, se disculpa mientras enrojece de vergüenza delante de las cámaras.

“Abrase visto semejante impertinencia”, insiste la enojada conductora, “no piensan ni en los niños ni en los ancianos, que necesitan otro clima”, dice mientras se abriga con la bufanda que le tejió su abuela.

Ahora entra en escena un corresponsal desde el campo, feliz por la lluvia: “No se imaginan la alegría de la gente por aquí, por fin se acabó la sequía y los campos tienen el agua que necesitaban desde hace tanto tiempo”, celebra alborozado.

“¿No le parece que sólo debería llover en el campo?”, lo interrumpe la conductora, a quien parece que no le interesan los niños y los ancianos rurales.

En realidad dicen por ahí que la conductora es una muerta de frío: eso es todo, en eso consiste la explicación de su fobia por esos antiguos fenómenos naturales, ahora mal vistos.

“¿Usted está de acuerdo con que llueva y haga frío?”, interroga un periodista del programa a un transeúnte desprevenido.

Ya totalmente fuera de control, la conductora quiere fundar un partido político cuya consigna principal es “Echemos a la Lluvia y Derroquemos al Frío”.

Sus compañeros del programa la miran, azorados, al tiempo que el meteorólogo renuncia delante de las cámaras, pidiendo disculpas a los televidentes “por las terribles noticias que me obligan a leerles, juro que ya no soporto avalar tanta infamia”, solloza agarrado a la conductora, que también llora y patalea en nombre de los secos y los friolentos.

Al final se descubrió que era un complot y el anunciador de los pronósticos tenía una úlcera, seguramente bien merecida.

Por último, una larga investigación del Centro de Pronósticos para Acertijos Sociales y Conjeturas Mediáticas, llegó a la conclusión de que a los televidentes no les importa en absoluto el clima real, el que van a encontrar cuando salgan de su casa y se muevan por las calles.

Lo que realmente les interesa es, simplemente, escuchar las noticias que necesitan oír.

El resto son puras pavadas de la realidad que muy bien podrían ocultar sin que ocurra nada verdaderamente importante, que joder.

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