lunes, 3 de septiembre de 2007

"Bagger", el restaurante automático de Nuremberg

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16:34 "Bagger", el restaurante automático de Nuremberg

En el local de comidas alemán los pedidos se realizan en una pantalla táctil y los platos llegan a los clientes mediante rampas. Al terminar, la cuenta se paga con tarjeta de crédito a través de la computadora con la que cuenta cada mesa.

La última revolución en el negocio de los restaurantes tiene lugar en Nuremberg, Alemania, donde funciona un local de comidas totalmente automático. "Bagger" - tal es el nombre del sitio - brinda su servicio a través de computadoras y rampas que transportan los platos desde la cocina hasta las mesas.

Para realizar un pedido, los clientes ingresan el menú elegido en una pantalla táctil. A través de ese monitor pueden también conocer el tiempo que resta para recibir el pedido.

Michael Mack, propietario del lugar, asegura que el servicio automático es completo. Por ese motivo, al terminar la cena, la cuenta se paga deslizando la tarjeta de crédito a través de un lector integrado a la computadora que posee cada mesa.

(http://www.clarin.com/diario/2007/09/02/um/m-01490955.htm)

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“Eh, Mack, tráeme una hamburguesa con papas fritas”

“Eh, Mack, tráeme un pollo con ensalada”

“Eh, Mack, tráeme salchichas con chucrut”

Harto de escuchar los pedidos de sus clientes, que siempre eran los mismos, Mack encargó el diseño de su local a ingenieros en informática, mecánica y electrónica.

Algo sencillo, si se quiere: resultó que hacían falta cuarenta especialistas y veinte máquinas para reemplazar a tres personas.

Ya nada de levantar la mano para llamar al mozo o mesero a veces con paciencia y desesperación, es cierto, para pedirle un bife de chorizo con ensalada.

“Bueno”, dice el mozo, “¿a punto, jugoso o cocido y la ensalada, con qué aceite, limón o no, vinagre o qué?”.

¿Cuánto tarda, Alfredo?

Un rato”, contesta.

Ahora no: hay que leer y elegir entre doscientas opciones distintas y enterarse, por medio de la pantalla, que la opción elegida tardará 15 minutos con 22 segundos y 4 décimas.

Tal vez se te vaya el hambre, después de elegir entre todas las opciones posibles, pero los ingenieros, los técnicos y el dueño (que debe ser un hombre con una fortuna que torna prescindible al restaurante) se divirtieron mucho en todo este proceso, y eso es lo que realmente importa.

“Mack, pedí salchichas con puré y por la rampa bajó un panqueque de manzanas”, protesta un cliente.

“No es nada, es del pedido anterior, del comensal que se fue enojado hace media hora. Resetea y listo, volvés a pedir”, explica Mack con gesto docente e infinito amor por su creación, disculpando al sistema como si se tratara de un hijo.

“Eh, Mack, la factura parece de una cena en Puerto Madero y no de un almuerzo ligero en horario de trabajo. Para colmo la pido de nuevo pero me aparece la misma cifra y una leyenda que dice: Ponga la tarjeta y cállese”, protesta indignado un cliente crónico.

“Disculpa Kurt, es que el sistema está en prueba y además hay que amortizar la inversión”, contesta Mack, ya algo preocupado.

Claro que, con el correr de los días y el denodado trabajo de los ingenieros y los técnicos, las veinte máquinas empezaron a funcionar mejor.

Sin embargo, la reacción de los clientes no fue la esperada: al principio se divertían con la innovación tecnológica y amonestaban a Mack suavemente, casi con complicidad, pero ésta conducta dio paso a un rechazo cada día más furibundo a medida que el sistema iba ajustándose y ya no confundía hamburguesas con helado.

“Mack, estoy extrañando mucho a la mesera turca. Pedile que vuelva, ya no me importa que me tire la cerveza encima y se le caigan los cubiertos sobre mi cabeza”, decía uno de sus habituales comensales.

“Mack, prefiero que se demoren y hasta se confundan el pedido, pero quiero a los mozos de antes. Con esta maldita máquina no puedo hablar de fútbol, ni de mujeres ni de política ni del clima”, decía otro de ellos amenazando con no volver nunca más.

“Mack, te sugerimos que hagas bajar a los mozos por las rampas si tanto te importa tenerlas, pero nos vamos todos de aquí si este desastre sigue un día más”, le dijeron por abrumadora mayoría.

Al día siguiente Mack volvió al antiguo sistema, maldiciendo a su idea, pero quejándose amargamente del “atrasado y reaccionario espíritu de mis clientes”, como confesó a un amigo en otro lugar, esperando la cerveza que había pedido a una persona.

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