martes, 6 de noviembre de 2007

Reportaje a Orhan Pamuk, premio Nobel de literatura

Sociedad
LITERATURA Y POLITICA SE CRUZAN EN LA VIDA Y EN LA OBRA DEL AUTOR/ ESCRITOR TURCO. PREMIO NOBEL DE LITERATURA
Orhan Pamuk: "Soy turco: tengo rabia y resentimiento respecto de los países centrales"

El autor habla aquí de los sentimientos que causa el desprecio occidental por otras culturas. Y dice que el arte del novelista está en su capacidad de identificarse con el otro.

El Premio Nobel de Literatura del año 2006, el turco Orhan Pamuk, conversó con Paul Holdengraber, director de programas públicos de la Biblioteca Pública de Nueva York. Como un entrevistador, Holdengraber hacía las preguntas. Hablaron de países centrales y periféricos y de la relación de la literatura y la política, algo que el Nobel no puede eludir: en 2006 fue llevado a tribunales por comportamiento "antiturco" tras analizar en un diario suizo la masacre de armenios de 1915.

-En su introducción a "Memorias del subsuelo", de Fiodor Dostoievsky, usted dijo que el libro trata de "los celos, la rabia y el orgullo de un hombre que no puede convertirse en europeo". Eso sin duda tiene sus ecos en la situación actual de Turquía en relación con Europa.

-Sí. Dostoievsky es un escritor con el que tiendo a identificarme. En "Memorias del subsuelo" libraba una guerra contra los occidentalistas superficiales, contra los escritores didácticos que siempre hablaban de las maravillas de Occidente. Cuando desarrollaba sus ideas para esta novela, ser occidental, tener la perspectiva positivista de la ciencia occidental era algo que concitaba la admiración de la juventud rusa. Dostoievsky odiaba eso. No sólo odiaba esa admiración por Occidente. Quería rebatir las ideas centrales de la civilización occidental de esa época, entre ellas la de que todos los seres humanos son racionales y que sus actos egoístas racionales serían buenos para ellos y para su sociedad. Mucho antes que Freud escribió que los seres humanos no eran criaturas racionales sino que actuaban sobre la base de instintos que no comprendían. Como ruso, era consciente de que la cultura rusa era considerada bárbara y subdesarrollada en Occidente. Le indignaba que Occidente y los occidentalistas despreciaran a su gente. En mi caso, soy turco. Soy de Estambul. Estoy profundamente inmerso en mi cultura. Pero la cultura y la lengua turcas nunca fueron el centro del mundo. Por eso, al igual que Dostoievsky, también guardo cierta rabia, cierto resentimiento, respecto del centro.

-V. S. Naipaul (nacido en Trinidad) siempre escribe sobre el tema del centro y la periferia. ¿Se identifica con él?

-Le voy a contar algo sobre Naipaul que nunca le conté a nadie. En mayo nos alojamos en el mismo hotel en Italia. Nos encontramos en el vestíbulo y me dijo: "Es un placer conocerlo", tras lo cual se fue. Cuando me iba del hotel, el conserje se me acercó y me comentó: "El Sr. Naipaul lo admira mucho. Me habló muy bien de usted." Pero Naipaul no me lo dijo a mí, sino al conserje. ¡Qué ironía! ¡Dos escritores no occidentales comunicándose por medio de un conserje europeo!Naipaul fue el primer escritor que prestó atención a lo que hoy llamamos "sociedades poscoloniales" cuando, tras la salida de los imperialistas malos -y eran malos- surgió una nueva generación de gobernantes nacionales. La culpa de Occidente hizo que se tendiera a elogiar a esas sociedades poscoloniales sin entender qué era lo que pasaba. Naipaul fue el primero que se concentró en los horrores que tenían lugar en los sitios a los que él pertenecía, de los que procedía.

-Al comienzo de su novela "Nieve" cita a Stendhal: "La política en una obra literaria es un tiro de pistola en medio de un concierto, algo grosero pero imposible de ignorar. Estamos a punto de hablar de asuntos muy feos". ¿Qué relación tienen esas opiniones con su idea de la novela y de la política?

-Un accidente desafortunado es algo que puede sucedernos a todos y nos encontraremos ante asuntos muy feos. Eso fue lo que me pasó en Turquía. Yo no busqué la política, no tenía una agenda, pero me encontré en una situación política. Mi experiencia, remontándome a mis veintitantos años, cuando en Turquía todo el mundo estaba politizado, es que servir a una causa destruye la belleza de la literatura. La mayor parte de las veces comprobé que autores bienintencionados habían desperdiciado su talento por medio de la política. Los temas interesantes son el amor, la felicidad, la vida burguesa, el sentido de la vida, los objetivos de vida que terminan en una desilusión. Yo escribí una novela política, Nieve, pero hice todo lo posible por no formular un juicio moral sobre ninguno de mis personajes. El problema con la novela política es que el lector espera que uno haga juicios de ese tipo. El arte de la novela se basa en la capacidad de los seres humanos de identificarse con el otro. En la novela, trato de entender qué piensa y siente una persona que no es como yo sino de raza, género, cultura o clase diferentes, que puede ser perversa o extraña. Somos capaces de matar 200.000 iraquíes sin volver a pensar en el tema y de prestar oído a lo que dice George Bush. Somos capaces de hacer algo semejante y también de ser compasivos. Y el arte de la novela se basa en la capacidad de compasión humana. Una novela funciona si el escritor logra identificarse con los personajes. Eso significa ponerse en los zapatos de los otros, no juzgarlos.

(http://www.clarin.com/diario/2007/11/05/sociedad/s-03601.htm)

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Che, ¡qué resentido este Orhan Pamuk!

Ya uno no sabe qué hacer para que la gente sea feliz.

Miren este caso: los formamos, les regalamos nuestra linda cultura y los infinitos valores de la civilización occidental, les vendemos nuestra tecnología, los acercamos al cielo al cual no llegarían en toda su vida intentando saltar como monos y miren lo que piensa.

Hasta le regalamos el Premio Nobel, a ver si recapacita y se calla un poco.

Es cierto: puede que haya algunos excesos y errores de cálculo como matar 200.000 iraquíes, concedido.

Pero el resentido este no valora todo lo que les damos, ni siquiera la sublime aspiración de un día, llegar a ser considerados verdaderos occidentales.

Civilizados de verdad, hechos y derechos.

Bárbaros por naturaleza que un día podrán acceder al Salón de la Fama y ser admitidos con todo derecho en el selecto club de los Humanos de Verdad.

Solo un ruso miserable como Dostoievsky y un turco resentido como Pamuk son capaces de tanta ingratitud.

Le sacamos el Nobel y listo, que vuelva a escribir a la choza de donde procede.

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