sábado, 10 de noviembre de 2007

Habemus santo

CANONIZACION
Habemus santo

Para alcanzar la santidad se necesitan dos milagros, que son sometidos a estudios científicos y teológicos. Los candidatos: Juan Pablo II y Ceferino Namuncurá, que será beatificado el domingo.

Mientras en su sitio, el Vaticano invita a los fieles a rezar y donar dinero para que Juan Pablo II sea santo –el devoto puede navegar en seis idiomas, enviar mensajes de correo electrónico e incluso recibir fragmentos de la sotana blanca del extinto Papa–, hace menos de dos semanas, la Iglesia hizo la ceremonia colectiva más numerosa –y polémica– al consagrar nuevos mártires a 498 religiosos asesinados por los republicanos durante la Guerra Civil española. En tanto, en la Argentina, se calcula que el próximo domingo más de 150 mil personas participarán de la beatificación –el primer paso hacia la canonización– del mapuche Ceferino Namuncurá en la pequeña localidad rionegrina de Chimpay. ¿En qué consiste la carrera a la santidad?

Manuel Vilar de Nogoyá, Entre Ríos, por ejemplo, murió científicamente el 19 de julio de 1998. Y volvió a la vida gracias a un milagro realizado por intercesión de la Madre Maravillas de Jesús, según reconoció oficialmente en Roma la Congregación de las Causas de los Santos. Aquel día, Manuel, de un año y medio, jugaba en la casa de sus tíos. De pronto, alguien advirtió que hacía largo rato no se lo escuchaba. Lo encontraron flotando en la pileta , frío, sin pulso, sin respiración. Llevaba allí casi media hora. En el Hospital San Blas de Nogoyá trabajaron una hora para reanimarlo. Afuera, su madre lloraba desesperadamente y rezaba: "Madre Maravillas, devolvémelo". Para asombro de los médicos y felicidad de los familiares, el corazón del pequeño Manuel volvió a latir. Hoy lleva una vida normal, sin ninguna secuela.

¿Cómo se comprueban los milagros?

El análisis científico incluye el historial médico del paciente y las declaraciones de todos los hospitales, médicos y enfermeras que tuvieron que ver con su tratamiento, además de las declaraciones escritas de los testigos. Los rayos X, las muestras de biopsia y otras pruebas médicas son de crucial importancia y, en muchos casos, se exigen pruebas adicionales. La curación debe ser completa y duradera y, además, tiene que resultar inexplicable según todos los criterios científicos conocidos. Al final, cada médico tiene la opción entre dos votos: "natural" o "inexplicable".

Luego, explica el Vaticano, "se pasa de la valoración científica de la consulta médica o de los peritos técnicos al examen teológico por parte de los consultores y, sucesivamente, de los cardenales y obispos y, al final, por el Papa. Además, hay que tener presente claramente que la práctica ininterrumpida de la Iglesia establece la necesidad de un milagro físico, pues no basta un milagro moral". Los médicos no pueden decidir si se trata de un milagro: ese juicio queda reservado a los asesores teológicos.

(http://www.clarin.com/diario/2007/11/06/conexiones/t-01534196.htm)

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A ver si alguien ayuda con la etimología de la palabra conciencia.

Es que tengo dos versiones, y las dos se basan en con-scire.

Una pretende que significa “saber juntos”.

La otra que significa “saber bien”.

¿Cambiará la historia humana dilucidar este pequeño enigma?

Hoy también tengo una curiosidad de cholulo: ¿habrán leído 1984 de George Orwell los “creadores” de Gran Hermano?

Lo que queda es muy sencillo: la fábrica de producir santos.

Por ejemplo: cualquiera de nosotros se engripa y se encomienda a la Tía Gorda para que le cure la gripe.

Esa Tía murió en un accidente de tránsito hace un año, atropellada por su espantosa mediocridad. Eso sí: era fiel seguidora del representante barrial de la Iglesia Cualquiera y hacía todo lo que el Ministro de Dios le decía que hiciera, no importa Qué.

Créase o no, a la semana se produce el milagro: la gripe se ha curado del todo.

A las dos semanas uno organiza un congreso de médicos si tiene medios, está aburrido o alguien necesita que la Tía Gorda sea declarada santa.

Después de concienzudos estudios los médicos declaran que la curación es incomprensible para la medicina.

De hecho, los médicos que habían atendido al engripado fueron muy claritos: “Mire, con esto no hay nada que hacer, quédese en la cama y espere el final”, le dijeron.

O sea: lo desahuciaron sin que les temblara la mano.

Máximo le recetaron inútiles anti-gripales que sólo sirven para prometer milagros por televisión y darle de comer a los productores de avisos.

Y le hicieron firmar una declaración jurada ante escribano de que no le prometían ninguna curación, apenas un alivio de los síntomas, pero que su vida se encontraba “en manos de Dios”.

La curación debe ser completa y duradera y, además, tiene que resultar inexplicable según todos los criterios científicos conocidos. Cada médico consultado debe decidir si se trata de un fenómeno “natural” o “inexplicable”.

Esta gripe es, por mayoría unánime, declarada de curación inexplicable.

Y ahora pasa a la Comisión de Teólogos, los únicos que pueden decretar que se trata de un milagro producido por la Tía Gorda.

Nunca se sabrá qué consideraciones hacen los teólogos para dictar su veredicto, pero sí que la causa pasa al Obispo, luego al Arzobispo, a continuación al Cardenal Premium y por último al Papa, que tiene la última palabra junto con Dios.

Pero hacían falta dos milagros y en el barrio estaban esperando la oportunidad para darle un último empujón a la innegable santidad de la Tía Gorda.

Y fue cuando apareció Benedicta, atrozmente picada por un mosquito.

Y otra vez la misma historia: de vuelta la curación milagrosa, nuevamente los médicos y los teólogos, el pasaje del expediente y el Papa que decide.

Ahora la causa está cajoneada pero se sabe que el Papa está preocupado porque hay una secta Neo-Algo que está creciendo demasiado en el barrio.

Así que mañana van a declarar santa a la Tía Gorda.

Y hay mucha Fiesta y mucho Alboroto en el barrio.

Y vamos a pasarla Fantástico, vengan Todos que los Esperamos para festejar a nuestra santita de ciento cincuenta kilos, pobre Tía.

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