sábado, 24 de noviembre de 2007

Guardería para maridos en un shopping de España

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Un shopping de España inauguró una "guardería para maridos"
17:19

Funciona en el Gran Via 2, ubicado en la ciudad catalana de L'Hospitalet de Llobregat. El espacio cuenta con sillones, televisores y periódicos, para que los hombres descansen y se entretengan mientras sus mujeres realizan las compras.

La inauguraron en España, pero los maridos de todo el mundo envidiarán la iniciativa. Un shopping abrió una "guardería para maridos", un sector en el que las mujeres pueden "dejar" a sus maridos para que se entretengan mientras ellas hacen de las suyas con la tarjeta de crédito.

La idea salió de un cliente que participó del concurso "¿Y por qué no?", en el que el centro comercial invitaba a sus compradores a que propongan por Internet aquellas cosas que les gustaría encontrar en el lugar.

Los dueños del Gran Via 2 de L'Hospitalet de Llobregat, ubicado en Cataluña, consideraron interesante y factible la propuesta de un marido cansado y aburrido de acompañar a su mujer a hacer las compras y la pusieron en marcha. El nuevo espacio del centro comercial está equipado con sofás y televisores y busca ser un lugar para combinar el descanso con el entretenimiento.

(http://www.clarin.com/diario/2007/11/22/um/m-01546616.htm)

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“Antes de ir al piso de arriba tengo que ir a ver a mi marido, a ver si está todo bien”, le dice Marta a Susana, su compañera de compras.

“Yo también, es que estoy tan entusiasmada con las compras que me olvidé del mío”, le contesta Susana.

Entonces se dirigen resueltamente hacia la flamante Guardería para Maridos del shopping cosa de llegar, preguntar si todo va bien y seguir gastando las vidrieras, ese deporte tan apasionante.

Y ahí están, asómense, mírenlos, no se los pierdan.

Jóvenes de 20 mezclados con maduros señores de más de 50.

Primero se miran un poco azorados y buscan por reflejo un diario o un televisor. Lo primero hay (más algunas revistas), lo segundo todavía no porque el espacio es nuevo, no estaba previsto y hay que ver cómo funciona.

Tampoco encuentran una cafetera, pero si hay un cambiador de pañales, un pequeño pelotero y una calesita que sobraba de otro lado, porque las primeras directivas eran un poco confusas.

“Bueno, ¿qué podemos hacer?”, se interroga Fred en voz alta.

“Este es el tercer fin de semana y todavía no pusieron un maldito televisor con los canales deportivos. Pero cada tanto viene una asistente social a peinarnos, sacarnos las miguitas y preguntarnos si tomamos la merienda”, dice José a modo de respuesta.

Como no había quejas de las mujeres, que estaban en la gloria y son las verdaderas clientas del shopping (es sabido que los maridos revistan en la categoría “Acompañante con Tarjeta de Crédito Habilitada”), todo siguió igual hasta el cuarto fin de semana.

Esos días de verdadera epopeya siempre quedarán grabados en la historia del Gran Via 2 de L'Hospitalet de Llobregat, ubicado en Cataluña, España, Europa, Planeta Tierra.

Ocurrió cuando Marta y Susana fueron a hacer su segunda y metódica visita del cuarto fin de semana a la “Guarde”. Es bueno aclarar, para lectores desinformados, que ya la llamaban así, cariñosamente, y con un dejo de ironía que se transformaba fácilmente en carcajadas y espantosos comentarios viperinos cuando se encontraban solas a charlar.

“Sí, ¿y qué?”, contestaban desafiantes cuando alguien las criticaba por portación de lengua ponzoñosa.

El asunto es que, a medida que se acercaban a la Guarde, comenzaron a escuchar gritos y un bombo. Y de golpe pasó al lado de ellas un Grupo Comando Antimotines que casi las desparrama, corriendo en posición de combate, tirando gases y blandiendo palos largos y duros. Y todo así: ellas iban temiendo lo peor e imaginando las cosas más terribles, que no es del caso comentar.

Cuando llegaron el lugar era un caos: los maridos habían hecho un piquete, se habían atrincherado en la Guardería, entonaban cánticos guerreros al compás del bombo y reclamaban la presencia del Gerente para negociar.

No iban a deponer su actitud si no les proporcionaban entretenimientos adecuados: algunos pedían cafeteras, otros exigían televisores y ciertos desfachatados demandaban por “la creación de un cuerpo de azafatas para pasar el rato”.

“¿Ustedes están autorizadas a retirar a alguien?”, las interrogó con gesto adusto el jefe del Grupo Comando.

“Sí”, contestaron al unísono Marta y Susana, “a esos dos salames que andan reclamando por azafatas”.

“Está bien, pasen y llévenselos rápido porque sino van a quedar detenidos”, ordenó el policía.

Así que las mujeres pasaron, muertas de bronca y de vergüenza, y cada una tomó al correspondiente marido de una oreja y cada una se lo llevó mientras los amenazaban con frases irreproducibles y les gritaban en la cara: “Debería darte vergüenza, a vos no te saco más”.




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